jueves, 10 de junio de 2010

PARECE MENTIRA PERO ESTE ARTICULO SE ESCRIBIÓ EL DIA
15-11-1998

Artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en 'El Semanal' el 15 de
Noviembre de 1998.



Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los
cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran jodia tienen en las
manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del ordenador, su
futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son
ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto
siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro. Usted no
tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una
ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron
un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de
Madrid o a la de Wall Street , y dicen en inglés cosas como long-term
capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos
multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje como
quien comenta el partido del domingo. Usted no los conoce ni en
pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por
hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos
pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de
ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen
rostro público, pese a ser rejodiados analistas, tiburones de las
finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos
que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos,
cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones
fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la
economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con
espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo
por darles coba y subirse al carro. Esto no puede fallar, dicen. Aquí
nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nobel de
Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales
con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco
transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y
el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y
la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la
aventura, y meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese
pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus
representados. Y en cuanto sale bien la primera operación ya están
arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses
de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y
aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía
real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es
euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias
oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es
Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus
fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso:
alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por
saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más
peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, oh
prodigio, mientras que los beneficios eran para los tiburones que
controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros,
resulta que las pérdidas, no. Las pérdidas, el mordisco financiero, el
pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía
internacional como si jugaran al Monopoly, recae directamente sobre
las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el
beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay
que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia, con fondos de
salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda. Y esa
solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la
paga con su pellejo, con sus ahorros y a veces con su puesto de
trabajo Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y
los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se
levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda
externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar
agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en
cabeza ajena. Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el
panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el
cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta
especulación y de tanta poca vergüenza.

Artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en 'El Semanal' el 15 de
Noviembre de 1998.

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